Saturday, September 29, 2007

Lila, de Juan Quintero & Luna Monti ( O Visceversa)




ttp://www3.rock.com.ar/notas/2/2003.shtml




Crítica: "Lila"


Matías Peluffo








Hay algo raro atrás de estas canciones, como cuando una persona cuelga un cuadro en su habitación y, adrede, lo deja un poco torcido. Pero no para llamar la atención, sino buscando que un perfil de la imagen gane peso.


Esa actitud, basada en la voluntad experimental del guitarrista Juan Quintero y el sortilegio provocado por la voz de Luna Monti, genera una agradable "rarosidad" en los 45 minutos habitados por estas canciones.


La apertura es "Garzas viajeras" (del uruguayo Aníbal Sampayo); allí el acordeón aporta dulzura y la letra incluye una paradoja marxista: "doblando el lomo para que otro doble sus bienes".


En la copla de origen anónimo "Verde romeo" Quintero construye interesantes y dinámicas melodías progresivas con su guitarra.


La versión de "Confesiones del viento" (de Yacomuzzi y Falú) tiene una vocalización perturbadora, sombría, con más de Nick Cave que de Horacio Guarany.


En "Cuando" la voz líder la lleva Jorge Fandermole y tras ella llega una versión del chamamé "El cosechero" (de Ramón Ayala) donde no se quedan con ganas de experimentar: está casi a capella, con la única intervención de un sonido como de sopapa a modo de percusión.


"Rosario Pastrana" (de Juan Falú) parece una canción compuesta para que la cante Chavela Vargas y en ella la guitarra de Quintero dibuja usando escalas casi jazzeras. "De ida y vuelta" (donde toman parte unos teclados que vuelven a la canción más frágil) y "Caminito" (de Fernando Barrientos) constituyen los punto más taciturnos de Lila.


El tradicional "Yerba buena" bajo la mirada de esta pareja tiene la calidez litoraleña de un mate dulce y cuentan con la inconfundible presencia de Juan Falú en guitarra y voz.


Sigue "Maricón", intrincada y cómica composición que Quintero grabó en Avenido (último disco de Aca Seca, trío folklórico también integrado por él); en la garganta de Luna Monti suena más sosegada que la original.


En "Canción de mi ciudad" invitan al bandoneón de Julio Ramírez para sacarse las ganas de hacer un tanguito y demuestran ductilidad para saltar de género sin sufrir cimbronazos. En "Aire seré" insisten con eso de coser melodías progresivas y así caen en "Al cimbar de la vida", tonada mendocina que le da el punto final a un disco soberbio y pleno de matices. El disco viene acompañado por un mini disc con un puñadito de canciones folklóricas para niños.


Son cuatro cancioncitas con dos chistecitos musicales en el medio (uno tiene un textura gitana y el otro es un corito arreglado donde está invitado Andrés Beeuwsaert).


"Chipá" es un chamamé donde explican la receta para hacer el tradicional pancito misionero.


"El niño caníbal" cuenta, sobre un carnavalito acústico y sin percusión, la historia de un niño que no tiene amiguitos, ni tíos, ni hermanitos porque tuvo mucho apetito.


"Puente" transmite agradables pasajes pictóricos a través de una entonación delicada y una guitarra que descolla.


El cierre es una canción de cuna, "Versos Chiquititos". Esta tercera placa del dúo es el resultado de la pasión por la música, pero también del amor, ya que el Juan Quintero y la Luna Monti son novios y conviven en Flores.


Es folklore, pero vanguardista. Y logra darle una vuelta de rosca al género. Tan íntimo como el mate compartido a la mañana por una pareja, tan ecléctico como la unión entre un tucumano y una porteña.

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